martes, 31 de marzo de 2009

Atlanta, con el primer cardio seguro del Ascenso


El Departamento Médico del Club Atlético Atlanta, que encabezan los doctores Juan Denino y Norberto Debbag informan que, con la reinauguración del estadio de Atlanta, se cumplió el objetivo de tener el primer Estadio Cardio Seguro del Ascenso, en colaboración con la Cruz Roja Argentina filial Villa Crespo.

Conjuntamente con socorristas colaboradores, se implemento el operativo con un total de ocho socorristas, con dos coordinadores que estaban en comunicación permanente con intercomunicadores, distribuidos en la platea, la tribuna y una ambulancia con médico.

Hubo una concurrencia muy importante que ocupo toda la tribuna local y gran parte de la platea.

Hubo dos atenciones de primeros auxilios, los cuales no fueron necesarios su intervención médica.

La categoría 99, de gira por Dolores


La categoría ‘99 del Club Atlético Atlanta viajó el último fin de semana a Dolores para disputar el encuentro “Jorge Tomás Imparato” en las instalaciones del Club Social de Dolores y del cual participaron clubes lugareños y también de Castelli, Chascomús, Ayacucho y nuestra institución y San Lorenzo de la Capital Federal.

Los chicos de Atlanta disputaron tres encuentros y los resultados fueron: derrota 2 a 0 frente al Club Social, victoria 1 a 0 frente a Ever Ready de Dolores y victoria 1 a 0 frente a Independiente F.C.

Jorge Imparato es un hincha de Atlanta que reside en Dolores y alguna vez fue directivo de la institución. Hoy en día cumple similares funciones en el Club Social de aquel lugar y tuvo la iniciativa de llevar a los jóvenes bohemios a aquella ciudad lo que representa una importante experiencia para nuestros jugadores.

domingo, 29 de marzo de 2009

Somos locales otra vez!!!


Atlanta superó por 3 a 1 a Social Español como local nuevamente en Villa Crespo, donde la fiesta fue completa: reinaguración del estadio y victoria para seguir trepando en las posiciones. Los goles fueron marcados por Rodrigo Marecos a los 7 minutos de comenzado el encuentro. En la segunda etapa igualó Gerling a los 7´y el Bohemio llegó al triunfo por los tantos de Miguel González (32´) y Lucas Ferreir (41´) ambos jugadores ingresaron en el segundo tiempo. El estadio fue una verdadera fiesta, y los hinchas se fueron ilusionados y felices al canto de "Somos locales otra vez".

Rubén Cano, por Enrique Martín


Se sabe de lejos que Gómez Voglino y Roberto Martino son hasta hoy los máximos goleadores de Atlanta en primera división. Sin embargo, la memoria del hincha, del que se fue y del que todavía está, rescata otros apellidos a la hora de tirar sobre la mesa de café un recuerdo fulminando la red. O una postal colgándose del alambrado para compartir el orgasmo inigualado del fútbol, ese grito que nada compensará, y que las bandas verticales azules y oro simplifican en la polémica cargada de nostalgia, con ganas de rogarle al susodicho que nos entregue una alegría más, un alarido más, otros brazos levantados en la carrera loca del festejo.

Oscar Irazoqui en la década del 30, Luciano Agnolín en los años 40, Alfredo Runtzer despuntando los 50, Luisito Artime, La Chancha Fernández y Salomone en los 60 y –ya en el ascenso- el uruguayo Espala, crédito en los 80, y el Pelado Bonnet en el último decenio del siglo veinte. Dejamos en blanco la década del 70, acaso la más brillante de Atlanta por el inolvidable sacudón del Nacional 73, ese tercer puesto que debió ser vuelta olímpica y grandeza rubricada.

No hubo gloria total allí pero quedó secuela, de emoción y de goles. Los del Fierro número 10 y los del Galgo número 9, que habían debutado juntos durante la impensada tarde en que arrancó el Metro de 1970 en la vieja cancha de Quilmes. El Flaco patas largas (9) revolcó tres veces al Pato Fillol y sacó patente de ilustre, aunque después estuvo varios meses sin mojar y demoró hasta la irritación los aplausos y el delirio que al cabo despertaría por docenas, con aquellas corridas eléctricas, ese tranco que desparramaba cualquier esquema defensivo y terminaba su sprint de los 50 metros llanos dentro del arco, con pelota y todo.

El Galgo o La Locomotora siempre será para la evocación bohemia RUBÉN ANDRÉS CANO , un maestro primario que llegó con su título a Villa Crespo a los 19 años, desde un modesto club provinciano que hizo famoso más allá del océano que une continentes. Del Sportivo Pedal de San Rafael, Mendoza, hasta la selección española que jugó el Mundial 78.

En el medio quedaron sus 157 partidos y especialmente sus 43 goles con la casaca de Atlanta: los tres del debut; los dos con que mandó al descenso a Los Andes en el 71; aquel que significó un estruendoso triunfo contra Boca en el 72; otros tres que estampó en la canchita de La Paternal para el equipo de Pipo Rossi en el 73; los diez que hizo ese año para soñar despiertos con la conquista mayor. Y todos los que le regaló a Chacarita.

Rubén Cano fue insustituible durante cinco temporadas y luego se marchó al Elche español, pero enseguida sería pescado por el Atlético de Madrid, que andaba necesitando un ídolo y lo encontró para todo el viaje. Más velocidad con tendal de gallegos en el piso, más victorias Colchoneras para felicidad de media capital y la decisión de calzarse el nuevo pasaporte con orgullo internacional.

Todo, sin resignar jamás su origen cuyano, su pasta de buen tipo, y su largo idilio con la hinchada de Atlanta, construído con lucha y con voluntad, pero sobre todo a partir de su montaña de goles, el destino invariable de aquellas largas carreras con ganador cantado, desde la mitad de la cancha hasta el aterrizaje sobre todas las redes que se le colocaron a tiro.

lunes, 23 de marzo de 2009

Lo Des-Morón-o


Atlanta superó como visitante a Deportivo Morón por 2 a 0, en un partido correspondiente a la 31º Fecha del campeonato. Los goles fueron convertidos por Leonel Natalicchio a los 34´ del primer tiempo y Jesús Nievas, a las 17´de la segunda etapa. Con esta victoria el Bohemio suma 46 unidades y se ubica a 11 puntos de sportivo Italiano, el líder del torneo. La próxima fecha Atlanta recibirá a Social español, en día y horario a confirmar, esperando poder cumplir el sueño de volver a jugar en Villa crespo, si sale la habilitación.

viernes, 20 de marzo de 2009

JUAN CARLOS PUNTORERO, por Enrique Martín


Las piernas morochas y flaquísimas, las medias siempre bajas, y la suela del botín derecho ensayando la pisada eterna; el envión para la imposible gambeta que dejará un tendal de tobillos desairados; la increíble apilada que juntará cuatro defensores como para que los recoja el camión de la basura, y el toque sutil y mágico que habilitará a cualquier mortal para empujar a la red semejante catástrofe dentro del área.

Y si se anima, también intentará su tirito bien rumbeado, una masita dulce que acaso se le escurra entre las piernas al gran Amadeo, o se meta en el arco como broche para un centro atrás de Luna, otro compadre que llegó de River con él y con Fernández, a comienzos del 62, como parte de pago de Artime y Mario Griguol.

JUAN CARLOS PUNTORERO llevaba la pelota cosida, amaestrada, sometida, casi humillada por su inconmensurable habilidad de potrero, capaz de desparramar tres tipos en un adoquín, y seguir hacia delante con los ojos despiertos y los dientes dibujando una sonrisa sobradora. Siempre será EL MANIJA, feliz propietario de una novia redonda que hará lo que a él se le antoje, especialmente durante ese campeonato de 1964, cuando Atlanta despachó de ida y de vuelta a River; puso patas arriba la Bombonera en la primera fecha; vapuleó a San Lorenzo y a Independiente, y empató la dos veces con Racing.

En ese inolvidable año se dio el gusto de mostrar la delantera más positiva, y de llegar al gol con todos los jugadores de campo, entre ellos el Negro número 8, una mezcla de Tucho Méndez y Borghi, un insider o entreala (como se decía antes) tan pachorriento como eficaz, tan pensante como genial. Se tomaba su tiempo Puntorero, y cuando decidía, apenas quedaba por colocar el moño y festejar la obra de arte con todo el público cabeceando el cielo.

En aquel 64, un pibe de once años llegó casi a tientas, solito, hasta la cancha de Banfield, en medio de una tormenta de locos que inundó el terreno en el primer tiempo y terminó en un naufragio bohemio de 0-2, cuando los paraguas negros saludaron la piedad del intervalo.

Quince minutos después, un sol de otro planeta se hizo patrón del escenario, y la segunda parte permitió el concierto sinfónico del Manija, que la embocó dos veces, enhebró caños y frenos en el barro, y hasta varios chicles (te la muestro y no te la doy) para convertirse en el dueño de todos los aplausos cuando un enloquecido central banfileño, el legendario Ezequiel Llanos, reventó el arco propio y se fue a pique con su equipo, sin remedio.

El pibe de once años vio ahí como el tesorero de Atlanta, Simón Snaidman, otro legendario, casi se desmaya en la tribuna por la emoción. En ese tiempo, los dirigentes iban a la popular con la barra brava y se bancaban la que viniera.
Un homenaje para ese ejemplo en representación de tantos otros, y para el Manija de los malabares, que en el 67 se mudó a Newell’s y después fue campeón con Chacarita, pero que la sigue pisando hasta que se duerman y sueñen, otra vez, los tablones de Muñecas.

domingo, 15 de marzo de 2009

SIN FÚTBOL Y SIN IDEAS


Atlanta igualó 0 a 0 como local en cancha de Platense frente a Deportivo Armenio en un partido correspondiente a la 30º Fecha del Campeonato. El Bohemio no jugó bien y prácticamente no generó situaciones de gol para abrir el marcador. De esta manera se pierde otra oportunidad para acercarse a los primeros puestos y al menos asegurarse un lugar en el reducido. la próxima fecha Atlanta visitará a Deportivo morón, en día y horario a confirmar.

JORGE RIBOLZI, Por Enrique Martín


Teníamos catorce años en 1967 y el fútbol nos llenaba todas las horas. Para jugar más, para mirar menos, para estremecernos desde los tablones y también para acompañar a algún amigo y vecino, que ese año debutaba en la novena de Atlanta. Su nombre, entrañable para nosotros, no trascendió a la popularidad, pero sí el del gordito rubio que automáticamente se transformó en el propietario de aquel equipo; el referente, diríamos hoy, el caudillo adolescente. El gordito jugaba con la camiseta número nueve y cada semana convertía por lo menos un gol desde la mitad de la cancha, con aquellas pelotas chiquitas de gajos, engrasadas como en el barrio, duras como una roca. El gordito rubio fue la estrella durante esa temporada y en el resto de inferiores de mañanas frías, de gaseosas y pebetes de jamón, de rápidas huídas para ver huir a Salomone en la primera.

Cuando llegó a la tercera, el gordito rubio motorizó casi una revolución tribunera y obligó con su noble despliegue, su calidad de potrero y sus tremendos cañonazos decisivos, a ser considerado por el Pocho Betinotti para ocupar el banco del cuadro superior. Corría el Metro del 73 y el debutante llenó el ojo cuando entró en el segundo tiempo y descontó el marcador contra el fabuloso Huracán luego campeón de Menotti. Jugó sin complejos como en el baldío y se quedó a vivir en la primera. Ya no era delantero, sino volante por derecha. Y ya no fue el Gordo, sino el Ruso, por su amarilla melena de león indomable, casi la contracara de un exquisito como Pichón Rodríguez, a quien siempre le peleó el puesto con sus armas de guerrero a cara o cruz, al que Pipo Rossi tenía que reprender en el vestuario para que pusiera menos, no fuese cosa que se pasara de vueltas, al revés de las indicaciones a Pichón, perseguido por el entrenador para equilibrar sus bordados sin suela.

El Ruso, JORGE DANIEL RIBOLZI, resultó el motor, el tubo de oxígeno, el grupo electrógeno del enorme equipo del Nacional 73, el mejor de Atlanta en toda la historia, hecho con buenos forasteros pero especialmente con sangre de la casa como Cortéz, Gutiérrez, el Gorrión López, Santiago Rico, Onnis y…el gladiador de la lanza, capaz de ordenar y de gritar, de cumplir sin chistar, de entregar hasta la última gota de amor por los colores que nunca abandonaría. Ni siquiera cuando marchó al Boca del Toto Lorenzo para tomarse todas las Copas desde su empleo de picapiedra impasable, el mejor modelo de genio robotizado para bien, pero esa es otra canción, que escribió después de deslumbrar en el 74 y en el 75 marcando el compás de Buttice, de Casares, de Mario Finaroli. Y al retornar a la cuna en el 82 para regar de lágrimas aquella increíble noche de amargos mil penales frente a Temperley. Lo vimos allí sufrir una expulsión que lo dejó sin guantes para la pelea del ascenso a todo o nada, justo a él, al gordo que reventaba la pelotita en la novena, con la polenta y la fibra de un corazón bohemio agradecido, caliente e inclaudicable.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Carta de Federico Sturm

Por algún comentario relacionado con mi nombre quería aclarar lo siguiente por este medio.


No di ningún tipo de nota ni entrevista periodística, a ningún medio.

Tampoco lo hice durante todo el desarrollo de la obra. Sabiendo incluso de su necesidad de informar algo tan importante y transcendental para la institución.

Agradezco a los medios que respetaron y entendieron mi postura.

Frente a una consulta técnica que se me hizo mencione que las obras venían en muy buen ritmo restando solo detalles de las mismas y que frente al tema de la habilitación: Que era un tema que Yo no estaba a cargo y que dependía de la aprobación de los planos, sellados etc. Que eran tiempos que no podía evaluar. Y que estaba en manos de gente idónea.

Todo algún otro comentario o sugerencias y demás conclusiones son ajenas a mi persona.

Quiero dejar en claro que fui un simple colaborador más de los tantos Bohemio anónimos, que nos entusiasmo la convocatoria del Vicepresidente Gabriel Greco, persona que tuvo la responsabilidad de llevar adelante esta Obra. Y frente a su llamado me dispuse a ayudarlo en lo que necesitaba. Siempre en carácter de colaborador.

Aprovecho la oportunidad para agradecer a toda la Comisión Directiva con Alejandro Korz a la cabeza, por haber confiado en Mi persona, para ser parte de este equipo de gente que esta haciendo realidad un sueño tan largamente deseado.

Llego la hora de disfrutar, volver nuestra casa. Tenemos una meta que es el 14 de marzo, pongamos toda nuestra fuerza ahí .Acá hay gente trabajando todo el día en esto. A quien le importa un día antes un día después .En todo caso tendremos tiempo de preparar una fiesta mas linda. Nunca en mis años en el club vi a la gente tan unida como en este proyecto, No dejemos que nada nos distraiga de esta alegría que nos merecemos vivir y que luchamos desde hace tanto tiempo.

Abrazo solo para Los Bohemios.

Federico

domingo, 8 de marzo de 2009

No lo supo aguantar


Atlanta igualó en condición de visitante frente a Comunicaciones por 2 a 2, en un partido correspondiente a la 29ª Fecha del Campeonato. El cartero se puso en ventaja al minuto de comenzado el partido con un tanto de Gabriel Díaz desde afuera del área. El Bohemio dio vuelta el resultado en la segunda etapa con goles de Marecos (12´) y Matos (17´)mientras que el local llegó a la igualdad por intermedio de Avalos a los 29 minutos. A partir de ahí se hizo un partido de ida y vuelta, donde cualquiera de los dos pudo haberse quedado con la victoria, pero no supieron definirlo y quedaron igualados. La próxima fecha Atlanta recibe a Deportivo Armenio, en día y horario a confirmar.

martes, 3 de marzo de 2009

LO MATO-S EN UNA RÁFAGA....


Atlanta superó como local (en cancha de Estudiantes de Buenos Aires) a Acassuso por 3 a 2, en un partido correspondiente a la 28º Fecha del Campeonato. El Bohemio dio vuelta el resultado en solo 3 minutos, ya que estaba perdiendo 2 a 0 con goles de Hansen (39 min de la primera etapa) y Romero de penal ( 22 min del segundo tiempo). Sin embargo Nievas descontó a las 29´, un minuto después se fue expulsado Lucas Ferreiro, y Sebastián Matos en dos ocasiones ( 31´y 32´) puso el 3 a 2 a favor de Atlanta, algo impensado teniendo en cuenta el desarrollo del encuentro. La próxima fecha, el conjunto de Agüero visitará a Comunicaciones, el sábado a las 18.

lunes, 2 de marzo de 2009

Jorge "Puchero" Domínguez, Por Enrique Martín


Estábamos acostumbrados a la sangría, a los éxodos, a los adioses. Artime, Mario Griguol, Errea y Gonzalito en el 61; Carone, Gatti y Bonczuk, a fines del 63. Pero siempre pescábamos buena mercadería en el aparente rezago de la ceguera de River. Así como Fernández, Luna y Puntorero integraron aquella primera camada de aparentes inmaduros, los de Núñez envolvieron otros tres obsequios similares a comienzos del 64. Hugo Zarich, Rubén Zárate y, especial y específicamente, un brevísimo puntero izquierdo que haría historia, y de la grande, desde su metro sesenta y sus impresionantes voleas, su enorme habilidad de patas cortas, y su capacidad para correr toda la cancha como el Che Pibe del auxilio urgente; la salida impecable de mil contragolpes; la zurda pisando la pelota tres minutos seguidos junto al palo del corner para defender un resultado. Lo recordamos ahora, cuando se hace tan difícil conservar una ventaja en el marcador. El chiquito era un mago para enfriar y cambiar de ritmo, para prometer y concretar. Y lo fue también para meterse en la guía dorada con aquel debut milagroso en primera división.

Figúrese el lector el escenario: Bombonera hasta las manos el 26 de abril de 1964. El Boca que será campeón esa temporada, casi sin goles en contra, se come cuatro en la primera fecha contra los petisos irresponsables comandados por Timoteo, que soportan diez minutos iniciales de fuego graneado y dos goles del brasileño Valentim, para dar vuelta luego la milanesa con un 4-2 de carnaval en las narices de Rattin, Roma y Marzolini. Los dos últimos ‘solos’ de bandoneón en la red de los bosteros estuvieron a cargo del movedizo número 11, morrudo y metedor, pura polenta o buen PUCHERO, el plato de humildes y de fuertes, el músculo que dibuja el guerrero detrás de las medias y aporta transpiración a los otros dos petisos inolvidables: La Chancha y Pablo Collazo, un trío de talento en muestra regalada.

Siempre con la misma y sin chistar, JORGE DOMÍNGUEZ resolverá los dilemas de docenas de entrenadores, cubrirá todos los huecos y dirá siempre presente, en casa o donde fuese ¿Cómo podría achicarse justamente él? Bandera de lucha en cien victorias memorables, y al cabo silencioso colaborador, a la vuelta de sus 161 partidos en la primera bohemia y de sus 41 goles con sello registrado de potencia fulminante.

Ese mismo Puchero que luego edificaría otra historia como entrenador de inferiores, con la misma estatura de los chiquilines pero con la enorme sabiduría que se le respetó. Ese mismo comodín que solucionó todos los problemas tácticos durante seis temporadas, entre el 64 y el 69. Ese mismo que nos levantó en cada arranque, con cada regate, con cada bombazo sorpresivo, el que obligó a la ovación agradecida y al cero en la columna de la deuda. Pocos tan queridos a la hora del recuento.

Y nadie nos desmentirá, lo rubricamos. Así como Puchero Domínguez rubricó una vez su firma inapelable: aquel zapatazo demoledor en el ángulo superior izquierdo de Agustín Cejas contra el arco de Corrientes y frente a los azorados racinguistas, acaso el mejor gol de toda su cosecha.